La ética se bebe en el hogar, casi al mismo tiempo que el biberón. Conducirse por la vida respetando a los demás y teniendo una conducta limpia es muy sencillo cuando hubo y hay una maestra en casa.
Mi madre fue la tercera de nueve hermanos en un Trujillo pequeño y donde el contacto entre profesores y padres de familia era muy estrecho. La madre, directora del colegio Santa Rosa, visitó a mi abuela y la encontró con mi mamá de la mano, un niño de pecho y otro en el vientre. Dos hermanas mayores ya iban al colegio y la directora sugirió que mandasen también a mi mamá, como de 4 o 5 años, por eso terminó el colegio a los 15 recién cumplidos e ingresó a la universidad donde el examen eliminatorio era percentil, siendo la ortografía el filtro que pocos pasarían hoy.
Un rumor sobre haber sido vista parada en una banca de la plaza de armas, con un auditorio de universitarios escuchándola, hizo que mi abuelo la sacase de la universidad, en tiempos en que el papá tenía mucha autoridad sobre las hijas.
Entonces continuó sus estudios en el Conservatorio de Música pues fue consumada pianista desde muy pequeña, para graduarse como profesora de piano y teoría. Su tesis fue sobre la influencia de la música en los niños con síndrome de down. Trabajó también como secretaria del director del hospital obrero de Trujillo, quien murió repentinamente. Hoy, el hospital “Víctor Lazarte” lleva su nombre.
Fue pianista del coro “Voces de Trujillo”, que escenificaba zarzuelas y hacía giras a Lima que eran muy esperadas y aplaudidas. Una anécdota con el presidente Prado pidiendo un bis al aria “La flor roja” aun la recuerda claramente.
Años después sería profesora y luego directora de la Escuela de Música de Trujillo “Carlos Valderrama” que ya no tenía la potestad de dar títulos universitarios a sus egresados. Yo tenía 12 años cuando la escuché decir que su propósito era que la escuela los pudiese otorgar otra vez, que no se retiraría hasta conseguirlo.
En 1980 había pocas instituciones de nivel superior en Trujillo, siendo la universidad fundada por Bolívar una de ellas y también la Escuela de Música. Los exámenes de ingreso eran anónimos, con el viejo método de cortar la punta del examen donde el postulante contestaba las preguntas que le formulaban.
En los días previos a dicho examen, la correspondencia dirigida a la directora era más profusa, madres pidiendo el ingreso de sus hijos como último recurso de vida, amistades recomendando a algún conocido, empresas ofreciendo su apoyo con un interés bastante evidente. Por eso, toda la correspondencia no oficial era archivada sin leer hasta que el examen y los resultados sean por todos conocidos. Solo entonces y por curiosidad, ella y sus secretarias leían y cotejaban qué tan bien les había ido a los recomendados.
En una ocasión, el Director Departamental de Educación, jerárquicamente su jefe, la visitó y le solicitó el ingreso de cierto postulante a lo que mi madre se negó rotundamente. El Director Departamental iba subiendo la voz, extrañándose de la negativa que recibía de una subordinada hasta que mi madre le dijo que si se lo pedía mediante un memorándum, ella obedecería esa orden formal. Evidentemente tal memorándum nunca llegó y el Director Departamental valoró su comportamiento, creándose una relación muy cordial y de respeto.
En esos años (1980-1986) de tan difícil coyuntura de violencia terrorista que iba creciendo en el país, mi madre quiso honrar a Renzo Bracesco, un músico peruano de ascendencia italiana, ex director de la escuela de música de Trujillo, admirado por toda esa generación de alumnos de los que mis padres fueron parte, pues ellos se conocieron allí, entre piano y violín. Para tal fin organizó un Encuentro de Juventudes Musicales, que en su primera versión fue solo a nivel nacional pero luego vinieron alumnos de escuelas de música de otros países como Ecuador, Brasil y Cuba. En la primera versión conocimos al director del Instituto Nacional de Cultura de Ayacucho, que acompañó a su delegación. Pocos años después fue victimado por Sendero Luminoso.
El propósito de los títulos profesionales la llevó muchas veces a Lima, en busca del apoyo del Instituto Nacional de Cultura, del Ministerio de Educación, de los congresistas por La Libertad. Viáticos cancelados por ella misma, en algunas ocasiones la acompañé en esas travesías.
En 1986 consiguió el principal propósito de su gestión, la Escuela de Música de Trujillo tenía otra vez nivel universitario. Como ella ya contaba con los años de servicio, renunció al cargo y se jubiló.
Activa como era, ingresó al comité de damas de la Liga de lucha contra el cáncer, al poco tiempo era ya su presidenta y todo su tesón e imaginación se volcó en conseguir fondos para hacer más efectiva la labor preventiva de esa institución, como un centro detector modernizado, charlas en pueblos jóvenes, colegios, así como difusión por los medios en los que yo colaboraba con artículos en La Industria, el diario local.
Hoy, con muchos años encima, aún hay atisbos en ella de la persona dirigente y activa que fue. Proponerse algo y conseguirlo, dándonos siempre un ejemplo de limpio actuar. Luisa Bocanegra Carranza de Villanueva Meyer, como la presentaban pomposamente en las actuaciones internas. Palabra de maestra, nadie mejor que ella para exhibir esa frase con orgullo.