Las calles inclinadas le motivaban hondas reflexiones al niño curioso y de frente amplia, las veces en las que con sus padres y abuelos maternos, hacían esas encantadoras excursiones desde Trujillo a Otuzco. Recorrer el piso de la vereda que se iniciaba con un gran escalón pero que al final terminaba en uno pequeño que hasta para él era sencillo bajar era una experiencia que no se cansaba de repetir.
Su tío abuelo Manuel Bocanegra, dos veces alcalde de Otuzco, era la compañía perfecta para el niño Ricardito, que imitaba con su mano el ala del sombrero con el que siempre lo veía mientras recorrían juntos el entonces pequeño pueblo. Los clásicos y tan cómodos autos Ford o Chevrolet estacionados en la plaza principal en espera de llenarse para emprender el viaje hacia Trujillo, eran parte de la imagen de ese Otuzco en la década del 70.
En el bazar más grande de la plaza que pertenecía a su familia, detrás del mostrador, el niño Ricardito encontraba siempre sentada en su mecedora a su bisabuela Susana Polo de Bocanegra, de edad indescifrable y pugnaba por llevarla consigo sin entender que ya no podía caminar sola.
Fue la madre de ella, Vicenta Aguilar de Polo, quien recibió un día a un anciano forastero que pedía posada para descansar por lo menos un par de días y recuperarse de la intensa caminata, cobijándolo en un cuartito de su casa. Preocupados porque al tercer día no tenían señales del forastero, entraron en su búsqueda, no hallando señales de su persona pero sí, bajo una sábana, a una imagen del Señor de Ramos, sentado en una silla de dicha habitación. Era 8 de abril de 1885. La familia Polo dio noticia del hallazgo a las autoridades y al párroco, difundiéndose rápidamente por todo el pueblo. Como el hallazgo se produjo el Domingo de Ramos, se instauró desde aquel momento la tradición de sacar a dicha imagen en esa festividad, montada en una burrita blanca, regalada por un vecino notable. El resto del año, el animalito salía a caminar por las calles y la gente espontáneamente le daba de comer.
Al fallecer doña Vicenta, su hija, Susana Polo de Bocanegra heredó la responsabilidad de continuar con la procesión del Señor de Ramos y luego han sido las familias de sus siete hijos quienes han mantenido viva la tradición y devoción hasta entrado el presente siglo.
Otra devoción no tan difundida fuera de Otuzco o de sus descendientes es la de las “Vírgenes de las Piedritas” o de la Providencia. Los primeros días de enero de cada año se organizan novenas, procesión y veneración. Platos típicos como el guiso de fiesta, la patasca, la sopa de pan, chicha de jora, bailes, hermosos vestidos, banda de músicos y fuegos artificiales coronan la festividad.
Corría el año 1862 cuando la señora Marcelina Luján, muy devota de la Virgen de la Puerta, quiso acondicionar un jardín en su casa para asegurarse una buena dotación de flores para su altar. A fin de proteger dicha área, construyó un cerco de piedra y viendo que una de ellas no encajaba bien y se caía, decidió llevarla dentro de su casa para hacer el fogón. Como la piedra se balanceaba, pidió un hacha para volar la punta que estorbaba. Ante el primer golpe, ésta se partió en dos partes iguales y en ambas caras recién expuestas, se vió la imagen de la Virgen María. Cayendo de rodillas llamó a su hijo quien fue testigo también de tan prodigioso hecho. La familia acondicionó ambas piedras en el interior de su casa para rezar allí el rosario.
En 1866 llegó a Otuzco monseñor Fray Francisco Solano del Risco, Arzobispo de Chachapoyas, quien fue informado del prodigio, pidiéndole su bendición. Las piedras fueron sometidas a pruebas para descartar hayan sido pintadas o talladas. Finalmente fueron bendecidas con los nombres de “María de los Milagros” y “María de la Providencia”. Doña Marcelina levantó una capillita en el lugar donde tenía su jardín. Han transcurrido cinco generaciones en esa familia a cargo esta devoción no tan conocida hasta llegar a Rita Piedad Torres Narváez en nuestros días.
Sus devotos la llaman “Mamita de Otuzco” pero es conocida universalmente como la Santísima Virgen de la Puerta de Otuzco. Ha estado frente a los Papas Juan Pablo II y Francisco. La devoción a dicha imagen se remonta a los años del virreinato, en los que el temor de ser atacados por los piratas hizo que ciudades costeras como Lima y Trujillo fuesen amuralladas. Las fechorías de los piratas no se circunscribían a la costa, ya que cuando desembarcaban se internaban en el territorio generando miedo y zozobra. En 1664, ante la alarma de una invasión de piratas, los otuzcanos sacaron una imagen de la Inmaculada Concepción hacia el lugar por donde tendrían que ingresar estos malos hombres. Después de tres días y tres noches, al no producirse la temida invasión, los otuzcanos llevaron de regreso a la imagen, la colocaron en un trono sobre la puerta del templo, empezando a ser llamada Virgen de la Portería, cuya fiesta es desde entonces, el 15 de diciembre.
En 1942, el papa Pio XII la nombró “Reina de la Paz Universal”. Su coronación se produjo en octubre de 1943 durante el Congreso Eucarístico Nacional de Trujillo por el Delegado Papal Monseñor Fernando Cento con la presencia de la sagrada imagen, el párroco de Otuzco Carlos Vargas y el alcalde Manuel Bocanegra. Ese mismo tío Manuel que en los años 70 llevaba de la mano al niño Ricardito por las calles inclinadas de Otuzco que tanto lo asombraban.
Hoy, muchos años después, recordando a los ancestros maternos y conociendo más de sus tradiciones y devociones, concluyo que el título de Capital de la Fe, le corresponde con justeza al Otuzco que visité por primera vez de muy niño un día del cual no tengo ya el recuerdo pero que no olvido porque acudo cada vez que puedo a postrarme ante la Mamita de Otuzco de quien soy devoto. Nuestra amorosa madre y abogada, siempre dispuesta a escucharnos.