10 / 04 / 2021

LOS VICEPRESIDENTES

A través de la historia, no han sido pocas las veces que quien ostentó el cargo de vicepresidente accedió a la primera magistratura del Estado.

En 1872, tras la sangrienta rebelión de los hermanos coroneles Gutierrez, quienes asesinaron al Presidente José Balta y luego de que la turba indignada dió cuenta de ellos, fue el vicepresidente Herencia Zevallos quien concluyó el mandato de Balta. Después entregó el poder al primer presidente civil del Perú, don Manuel Pardo.

En 1879, la inexplicable salida del país del Presidente Mariano Ignacio Prado, en plena guerra contra Chile, dejó en el cargo a un anciano vicepresidente, el general La Puerta. Él no tenía la capacidad para dirigir la guerra y afianzarse en el cargo que constitucionalmente le pertenecía. Esto facilitó a que el siempre revoltoso Nicolás de Piérola consiguiera al fin su objetivo largamente acariciado y se le nombrara Dictador del Perú.

En 1894, a poco de culminar su mandato, el Presidente Remigio Morales Bermúdez enfermó gravemente y murió el 1 de abril. Le correspondía al primer vicepresidente Pedro A. del Solar asumir el cargo, pero él se había distanciado del Partido Constitucional (cacerista). Entonces el Consejo de Ministros lo obvió y le entregó el mando al segundo vicepresidente Justiniano Borgño. El Congreso se alarmó ante esta inconstitucional sucesión y se opuso a su gobierno. Borgoño disolvió el Congreso y convocó a elecciones generales en las que solo se presentó Cáceres. Una disolución del Congreso que no dejaba de ser inconstitucional por la convocatoria a elecciones, ¿nos recuerda acaso a la de Vizcarra hace pocos años?

El presidente Manuel Candamo asumió el cargo el 8 de septiembre de 1903, pero se enfermó y decidió ir a Arequipa para curarse en abril de 1904. Dejó a cargo de la presidencia al segundo vicepresidente Serapio Calderón, pues el primer vicepresidente don Lino Alarco había fallecido. Lamentablemente el presidente Candamo también murió en mayo de 1904 y el segundo vicepresidente lejos de culminar el mandato, convocó a elecciones.

Los vicepresidentes parecen estar condenados al olvido, es un cargo que en sí mismo no lleva consigo ninguna obligación ni función salvo la de reemplazar al presidente si éste no puede ejercer el cargo. Los políticos de cercana recordación han usado las planchas presidenciales para darle representatividad a ésta, para poner en ella a alguien de un sector y de otro, buscando contentar a todos.

Recordemos a la fórmula de Unidad Nacional del 2001, con Lourdes Flores para presidente y con el empresario Drago Kisic y el sindicalista José Luis Risco como vicepresidentes. Cabe preguntarnos si estas dos personas contaban con las condiciones para ejercer la Presidencia de la República. El señor Risco fue puesto en ridículo más de una vez por su falta de conocimientos y de instrucción.

Nadie tiene la vida comprada y esta frase adquiere sentido si nos fijamos en la plancha presidencial de la Alianza de Centro que llevó como candidato presidencial al expresidente Valentín Paniagua en el 2006. La conformaron Alberto Andrade y Gonzalo Aguirre en la primera y segunda vicepresidencias ¿Qué hubiese ocurrido si esa fórmula ganaba las elecciones para el periodo 2006-2011? Valentín Paniagua falleció a los pocos meses, el 16 de octubre de 2006, y Alberto Andrade el 19 de junio de 2009. El mandato lo habría tenido que concluir Gonzalo Aguirre.

En una plancha presidencial debemos encontrar a personas preparadas para el cargo, con experiencia en la gestión pública, pero también con trayectoria de límpida honestidad y lealtad. No más gente como Vizcarra, quien no tuvo escrúpulos para complotar contra quien le dio la oportunidad de ser el primer vicepresidente del Perú para asumir él la presidencia. Quien acepte formar parte de una fórmula presidencial debe saber que la defensa de la Constitución es uno de sus deberes. La segunda vicepresidenta Mercedes Araoz debió cumplir con el mandato que le correspondía constitucionalmente y jurar como Presidenta de la República ante el pleno del Congreso disuelto por Vizcarra, tal cual lo hizo Máximo San Román en 1992 cuando Alberto Fujimori disolvió el Congreso. Lamentablemente, ella dio un paso atrás y renunció a la segunda vicepresidenta. Habría sido más sencilla la sucesión presidencial ante la vacancia de Vizcarra con Araoz en el cargo de vicepresidenta, pues nos habríamos ahorrado las protestas y todo lo que generaron.

Por eso es muy importante, a pocos días de las elecciones, observar con detenimiento las fórmulas presidenciales completas. Que el cambio de uno de sus miembros no signifique un cambio de rumbo en el gobierno que hayamos elegido. Busquemos encontrar en sus integrantes, capacidad, coherencia, una vida de servicio público o privado sin cuestionamientos.

Ojalá lo hagamos bien esta vez y votemos correctamente. Las instituciones necesitan fortalecerse y eso depende en gran medida de las personas que ejerzan los cargos desde julio de este año.

Categoría: Peruanidad

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Ricardo Villanueva Meyer Bocanegra

Trujillano, Magister en Gestión Pública.