11 / 02 / 2021

ANDANDO EN EL BICENTENARIO

Escribe: Ricardo Villanueva Meyer Bocanegra |

Mi abuela, al preguntarme mi edad, siempre la repetía bromeando: “tienes 6, andando en 7” o lo que correspondiese. Una manera peculiar de percibir la edad de cada quien.

Nuestro querido Perú, tiene 199, andando en 200. Edad más que suficiente para tener lo que en nosotros se llama “uso de razón”. ¿Es así como nos vemos en nuestro año 200 desde la independencia, tenemos ya uso de razón, somos una nación consolidada, integrada, cuyos habitantes reaccionamos con la razón más que con la emoción al conducirnos por este hermoso territorio sobre el cual sentamos nuestros reales?

Este año 200 nos encontró en una situación particularmente ejemplificadora de lo que somos y hemos sido a través de nuestra historia. Ejecutivo y Legislativo disputándose las cuotas de poder y usando y abusando de las armas que la Constitución les otorga para presionar al otro poder del Estado y salir fortalecidos. Los integrantes de uno y otro poder, buscando construir una figura política propia que pueda gozar del favor ciudadano en próximas contiendas electorales.

Muchas mentiras de uno y otro lado y poca voluntad de conciliar, el interés y bienestar ciudadano, usado únicamente para la papelería de sus planes de gobierno. Mucha manipulación a la población que terminó militando rabiosamente en uno y otro bando, con pocas ganas de escuchar lo que tenía que decir el otro.

Aquella frase de “no descalifiques al mensajero sino al mensaje” no parecía calar en nadie, ante una propuesta o acusación, la defensa solía ser: “es fujimorista, es comunista, es caviar, es de la derecha bruta y achorada” pero la validez del mensaje no era refutada.

No faltan quienes achacan esa falta de preparación política o ingenuidad en la baja instrucción de la mayoría del electorado peruano, pues nuestra democracia consagra, un ciudadano, un voto, sin importar la formación académica o los bienes que éste tenga. No siempre fue así en nuestra vida republicana y los resultados no diferían mucho.

El primer militarismo protagonizado por los generales triunfadores en la guerra de independencia, que se creían con derecho a manejar el país que ayudaron a liberar fue sucedido por el segundo militarismo, de los generales y caudillos derrotados en la guerra contra Chile.

En la mitad de este enorme periodo de tiempo, fue recién en 1872, cincuenta y un años después de la independencia, que un civil accedió a la Presidencia de la República: Manuel Pardo y Lavalle. La asunción al cargo de un civil disgustó a algunos militares generando la rebelión de los 4 hermanos Gutierrez que pretendieron desconocer su triunfo y al negarse el presidente Balta a secundarlos, lo asesinaron. La indignación popular aquella vez terminó con el ajusticiamiento de 3 de estos golpistas y la asunción de Pardo.

Cada caudillo que accedía al poder después de una revuelta armada, como ocurrió muchas veces, necesitó al tiempo, legitimar su presencia en la presidencia y lo hacía convocando a elecciones, con reglas dictadas en su favor. En aquellos primeros años, no votaban todos como ahora, sino que había que tener cierto grado de instrucción y propiedades. Una crítica que se hace hoy al electorado está referida a su ignorancia y facilidad para ser engañado. A juzgar por los resultados, los electores de entonces no votaban tan bien pese a pertenecer a un grupo selecto.

La historia nuestra, plagada de cuartelazos descarados, que colocaban los tanques en la fachada de las instituciones tomadas eran parte de nuestra normalidad. Lima, ciudad de rumores, se llenaba de éstos en los días previos a un golpe de Estado.

Esta misma abuela a la que cité en el primer párrafo, era hija de quien fue varias veces subprefecto o alcalde de Otuzco, en la sierra de La Libertad. Le contó su padre, que en la última visita que le hizo al presidente Prado, al despedirse, éste le dijo que esa noche sería derrocado. Lo sabía y esperaba con calma aquel hecho inexorable.

Los tiempos han cambiado en las formas pero no en las malas intenciones. Ahora, un ejército de constitucionalistas, de viejo cuño o de súbita aparición, preparan su batería de argumentos para justificar o denostar de la medida polémica que haya tomado su defendido en el ejercicio de la función pública.

Andando en 200, finalizando el quinquenio que podría significar el celebrar una democracia consolidada, hemos sido mudos o activos testigos de haber tenido 2 Congresos y 3 Presidentes de la República donde sólo debía haber uno,

Andando en 200, cabe preguntarse, ¿tuvieron razón San Martín y Monteagudo cuando propugnaron una monarquía constitucional para el Perú, pues sino “la anarquía nos devoraría”?

Cuando estemos andando en 201, a ver si el inicio de la tercera centuria nos impulsa a hacer las cosas distintas, no hay otro camino.

Categoría: Peruanidad

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Ricardo Villanueva Meyer Bocanegra

Trujillano, Magister en Gestión Pública.