VIVIR LA FE DENTRO DE UNA HERMANDAD
Durante el mes dedicado a la Virgen del Carmen VIDAMÁS fue en busca del querido padre Ángel Zapata OCD en su parroquia de San José. │ Foto: HVCL │
Hablar del Padre Ángel Zapata nos
remonta casi automáticamente a hablar de la Orden de los Carmelitas Descalzos,
quizá se deba a su fructuosa labor durante su período como Comisario General de
la Orden, pero sobretodo a su íntima vinculación con la devoción a la Virgen
del Carmen y su estrecha colaboración con las hermandades y cofradías dedicadas
a honrar a la Madre de Dios en esa querida y añeja devoción.
Con ocasión de las fiestas del
mes de Julio, lo visitamos en su despacho de la Parroquia San José del distrito
de Jesús María para hablar sobre piedad popular y la espiritualidad del Carmelo
Descalzo, además de los desafíos para el fortalecimiento de nuestras
hermandades y cofradías.
P: Desde su experiencia pastoral, ¿Cómo cree usted que se puede vivir el
espíritu cristiano en el interior de una hermandad?
R: Creo que todo nace de un profundo cariño y amor hacia una
determinada devoción, y en este caso hacia la Virgen del Carmen, ¿no?, ¿Quién
no ha tenido una experiencia de cercanía, de fe, de amor y de tradición muchas
veces de familia, o de personas que en cierto sentido han ido viviendo su fe y
la han compartido? Pienso que tiene que haber una experiencia. La experiencia
no solamente es una experiencia espiritual, porque muchos la tenemos en el
trajín diario, o muchos se acercan a nuestras imágenes cuando descubren una
necesidad, sienten, dialogan, se desahogan, conversan.
En el fondo, el primer paso de
una persona que quiere vivir su fe dentro una hermandad, es su gran amor y
devoción, porque si no, se traduce más en un compadrazgo, en un acto familiar,
en algo que de repente es un cumplimiento a nivel social. En segundo lugar, está
el empaparse de la tradición de la hermandad, yo ingreso a una institución y no
simplemente para cargar, no soy sólo el cargador de una imagen, sino alguien
que busca vivir en sintonía – aun cuando se les diga cargadores – se busca vivir
con una mística, con una tradición, con una experiencia de un grupo humano que
no solamente es de este tiempo, sino tiene muchos siglos de vida. Son muy
conocidas las hermandades que, en nuestra Lima, y pienso que son elementos
importantes, construyen una gran tradición a partir de las personas que las
conforman; es decir, las sahumadoras, las cantoras y los cargadores. Otro
elemento importante es conocer bien lo que significan tus estatutos, porque eso
te permite vivir cómodamente y saber lo que debes de hacer, en qué tienes que
comprometerte y muchas veces evitar, y que las normas están hechas para mantener
un orden dentro de la hermandad.
Asimismo, reflexiono en el
sentido de familia, todos respondemos a un llamado y ello se debe compartir, ¿Con
quién tienes que compartirlo? Con tu familia, porque de allí vas a traer a tus
hijos, vas a traer a las personas que de una manera especial van a preservar
ese legado. He tenido experiencia de ver a tantos jóvenes y tantos padres tan
emocionados de ver a sus hijos que van cargando, los traen desde pequeños, y
van creciendo, van ampliando su conocimiento y devoción, y después los ves ya
como adolescentes, muy cercanos y con el deseo de participar con mayor empeño
dentro de la hermandad. Estos son elementos que todo hermano debería considerar
y más aún vivir.
Finalmente, no nos olvidemos de
la Iglesia con características propias en la fe, nuestra fe, exige también la
vivencia de los sacramentos, exige reconocer que formamos parte de un pueblo, y
también una cultura, una historia, amar lo que uno tiene, porque allí ha nacido
y Dios se ha revelado, ha expresado su amor, como en un momento determinado el Papa
San Juan Pablo II decía: “El Señor de los
Milagros es el regalo de Dios para la Iglesia.”, y pienso que cada uno
desde sus devociones a los santos, a nuestra Madre la Virgen y al Señor, siente
como propio ese regalo de Dios.
P: Háblenos un poco respecto de la Virgen del Carmen, una devoción tan
extendida en el Perú, y que en Lima es protagonista de tantas tradiciones, ¿Cómo
podemos vivir mejor esta devoción?
R: El Carmen es algo aprobado por la Iglesia, la devoción, el
escapulario, la Virgen del escapulario. El Carmen nace en nuestra patria cuando
llegan los primeros franciscanos, los carmelitas aun no estaban, las madres en
su momento llegaron a estas nuevas tierras. Todo viene desde esas devociones de
Europa, de España, y en las que, los franciscanos traían su carisma y por tanto
difundían la Inmaculada Concepción de María, pero también la tradición nos
habla de ese influjo con el cual empezó a crecer la devoción a la Santísima
Virgen del Carmen.
Inicia según tengo entendido,
desde el Callao, en La Legua, en un colegio de formación para niñas, y luego
posteriormente la devoción se traslada a Lima y empieza una gran tradición en
el Carmen Alto, lugar pues, tan despoblado en su momento, que era lugar también
para atención a niñas, quienes fueron creciendo en la devoción, y escuché en
cierto momento en una conferencia, que me llamó la atención, cómo el Virrey
visitaba el lugar y se encantaba de la devoción a la Virgen del Carmen, de los
cultos que se hacían, del amor a Santa Teresa, que empezó allí, y cómo estas
fiestas del Carmen fueron arraigándose paulatinamente en nuestra ciudad.
Llegamos al siglo XIX y vemos cómo
especialmente ese sentimiento de patria, va determinando también un vínculo con
lo que significa el amor a la Virgen del Carmen y la canción criolla. Estamos
en una etapa en la que el Perú quiere identificarse como lo que es – como nación
– valorando lo que tiene, y la imagen de la Virgen se incultura paulatinamente
en la devoción de todo criollo.
Pero se han desarrollado tantos
focos a nivel del Perú, Cuzco con la Virgen de Paucartambo, una tradición tan
grande, Ayacucho, Arequipa, Lima y tantos otros lugares en los que
verdaderamente la devoción a la Virgen del Carmen ha marcado. Algunos hablan de
esta relación tan entrañable de la Virgen con las Benditas Almas del
Purgatorio, de allí la relación que tenía con la cultura andina en la que
también se veneraban a los difuntos.
Vivir el Carmelo, me parece,
tiene las características de una espiritualidad, no está desligada de una
orden, porque ha nacido desde allí, en una orden contemplativa, es decir,
orante. Por ello, en la medida en que
vamos creciendo en la fe, buscamos esos pequeños ratos de encuentro con Dios
Otro rasgo muy característico
dentro del Carmelo es la alegría, personas que viven su fe y su amor con
alegría, y la alegría no está expresada solamente en la hilaridad, en las
bromas, sino también en las cosas con las que yo animo a mi familia, a las
comunidades, en los medios de trabajo, la alegría o el dinamismo de poder hacer
y generar cosas que naturalmente son importantes para la vida, para la
comunidad. Desde el aspecto social, tenemos como modelo a María, alguien que no
se quedó en sí misma, sino que salió, visito, compartió. El Carmelo tiene una
tradición muy grande en el Monte Carmelo, tradición de los Carmelitas, de la
visita de María y el Niño Jesús a los frailes de aquel momento, son
tradiciones, pero nos hablan de una relación muy directa con aquella mujer que
dijo sí a la voluntad de Dios, aun a costa de los problemas, y no solamente se
quedó allí, sino que fue la mejor discípula de Jesús llevando la buena nueva.
P: Ya que usted nos ha hablado sobre la tradición de la devoción
carmelitana en Lima y de la alegría característica de la Orden, ¿Cómo ve usted
esta relación tan estrecha entre la Virgen del Carmen y el mundo del
criollismo?
R: Justamente por las
tradiciones, sabemos de estos cuentos tan bonitos de la Virgen, que nos relatan
que se iba a celebrar en los Barrios Altos, como también del Niño que se
perdía, etc., cosas muy bonitas, muy aleccionadoras, que nos hablan un poco del
sentido y de lo que ha calado esta devoción en la ciudad. Si vemos en Ella un
modelo, la Virgen María es alguien que en el Magnificat proclama, es como si
estuviese cantando, alabando a Dios. María se adecua también al estilo de las
personas y me viene a la mente el momento en que está con Jesús en las Bodas de
Caná y se da cuenta de las necesidades, ¿Y qué necesidad?, no tienen vino, alegría,
faltaba también un poco eso, la parte femenina que vela por las necesidades,
incluso en alguna reunión social.
Pero también dentro de la
historia del Carmelo, de Nuestra Señora del Carmen de los Barrios Altos, de
este Monasterio y Santuario
Arquidiocesano, está también la tradición de grupos y de personas que han ido
elaborando cantos a María en su estilo propio, como criollos, es el caso de
valses como “Se va la paloma” de Cesar Miró y también “La Carmelitana”.
Aquí vemos cómo el aspecto religioso
se integra en una cultura que expresa su amor y su cariño mediante el canto,
mediante la alegría, lo que uno compone es algo que nace del alma y cuando no es
posible decirlo con palabras, pues cantamos. Lo típico de la Virgen del Carmen
de Lima es que el homenaje siempre es con canciones, con criollismo.
Quizá no se trata de alabanzas en
el sentido espiritual, pero por ejemplo, la letra del “Se va la paloma” te
habla de alguien que está enamorado, o simplemente de sus decepciones o
situaciones particulares, y sitúa su vivencia dentro del marco de las Fiestas
del Carmen, lo cual alienta y dinamiza nuestra tradición y acervo criollo.
Las personas que cantan, no son
necesariamente profesionales en el rubro, sino expresan algo que les sale del
corazón, expresan los aplausos, el baile, expresan la marinera, cosas que
naturalmente no se hacen a alguien cualquiera, sino a una persona relevante, a
una dama que precisamente es la dama de los Barrios Altos, la madre de los
Barrios Altos. Entonces se forja una tradición tan bella, de personas que honran
a María a través de esos cantos, donde reflejan la preocupación, la nostalgia,
el dolor, el amor, el desamor, tantas cosas que se entrecruzan en los cantos y
en los que uno dice no simplemente un Ave María, sino también le dice la
problemática que vive.
Esto es algo que nos identifica y
pienso que no lo debemos perder, hay que trabajar para que esta devoción se
fortalezca y se impregne de un mayor amor a Jesús, a María, a una patria que
queremos y a una Lima que con estos signos nos hacen sentir que vivimos, que
respiramos y que esta tradición se mantiene viva.
P: Para finalizar, hemos hablado de la devoción popular, del cariño que
en Lima y en el Perú se vive por sus devociones, por el Señor de los Milagros
que quizá sea la devoción por excelencia y luego devociones tan tradicionales
como el Carmen, en este entorno de piedad popular, ¿Cuál debería de ser el
futuro de nuestras hermandades que agrupan a los fieles y que tienen el deber
de mantener estas tradiciones vivas?
Considero que el futuro se debe
basar en una buena formación, creo que nuestras hermandades se han preocupado más
del tipo de personas que se integran, de tener contingente, de la economía,
todo ello es importante para sacar adelante nuestras festividades, pero ante
todo debería existir una genuina preocupación por la formación espiritual y
cultural de sus miembros. Sabemos que en el fondo hay amor, lo que nos falta es
conocimiento, si tú conoces entonces amas mejor y por tanto pienso que es una invitación
muy concreta y bastante seria para el futuro de las hermandades.
En segundo lugar, pienso que la
hermandad atrae a mucha juventud, cuando veo las hermandades y veo el número de
cargadores, veo mucha juventud que se siente atraída por una devoción, buscando
allí hermandad, fraternidad y pienso que es lo que se tiene que vivir, el Evangelio
pide hermandad y fraternidad, y muchas veces estamos perdiendo eso, es decir,
buscar más lo evangélico que lo legal, no quedarnos sólo en una hermandad que
se llena durante la festividad pero que el resto del año permanece lejos de los
hermanos.
Es necesario buscar un tipo de
formación en la que todos crezcamos, y sobre todo se evalúe no solamente el
dinero, no solamente el número, sino también, ser una hermandad que se distinga
por el grado de formación de sus miembros, por el nivel cultural de sus integrantes,
y por tanto hay que formar líderes, líderes que puedan llevar a las cuadrillas,
las hermandades. No todos tienen la capacidad de poder llevar las instituciones
– aún con todo el cariño que exista – siempre se necesita personas que
encabecen estos trabajos para el crecimiento de las instituciones y de sus
hermanos.
Y por último, pienso que se debe apuntar
a institución solidaria, los problemas de los hermanos no deben de ser ajenos a
los de la hermandad, y por tanto preocuparse, estar cerca, animar, formar y que
en su momento se tenga la capacidad económica para ayudar a quienes quizás no
puedan, pues hay muchos jóvenes que no pueden cargar porque no tienen para
pagar las cuotas de la hermandad, o por muchas situaciones que allí se van
presentando. Nuestras instituciones necesitan de personas comprometidas, que no
se sientan como una persona anónima que simplemente desarrolla una función
determinada, es decir, cargar, celebrar, emocionarse y después irse y no
colaborar con su hermandad y su comunidad.
Debemos unir esfuerzos para
fortalecer estas dimensiones, que ayudarían mucho a la presencia de las
hermandades dentro de la sociedad, a la vez que las harán más atractivas para
las generaciones futuras y útiles para el servicio de la Iglesia en nuestro
país.