LAS HERMANDADES COMO AGENTES DE INTEGRACIÓN CULTURAL
Escribe Luis Ángel Olivera │ Hermandades y Cofradías
Los limeños podemos
enorgullecernos de vivir en una ciudad que atesora un valioso patrimonio
cultural. Con el paso del tiempo y gracias a la preeminencia que ostentó la
otrora capital del Virreinato del Perú, hemos heredado un invaluable compendio
de bienes, tangibles e intangibles, que forman parte de nuestra cultura
colectiva y que actúa como agente integrador, reafirmando el sentido de
pertenencia de quienes por nacimiento o adopción nos sentimos íntimamente
vinculados con la Ciudad de los Reyes y sus tradiciones.
En el trabajo por preservar
nuestra herencia cultural, debemos resaltar la silenciosa labor llevada a cabo
– no exenta de grandes esfuerzos – por las hermandades, muchas de las cuales
han llevado a cabo esta labor a través de siglos y sorteando los avatares de
nuestra trajinada historia.
Desde la construcción de sus
iglesias y capillas, la adquisición y mantenimiento de su patrimonio artístico
para el culto y la catequesis, así como la conservación de sus sanas
costumbres, podemos advertir la notable participación de estas instituciones de
la Iglesia en la vida cultural de la ciudad.
Basta con recorrer el Centro
Histórico para reconocer la presencia de las hermandades en la vida de la
ciudad. Un ejemplo notable es la Archicofradía de la Vera Cruz, considerada
como la decana de las corporaciones de Semana Santa, la cual tiene el mérito de
realizar ininterrumpidamente su tradicional procesión de luto por las calles de
la ciudad desde su sede canónica en la Iglesia del mismo nombre, desde
1570.
Asimismo, en las principales
iglesias del Damero de Pizarro podemos encontrar valiosos retablos, esculturas
y pinturas, legadas a Lima por muchas hermandades; por anotar algunos ejemplos,
los retablos de la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad en la Basílica de la
Merced o de la Archicofradía de Nuestra Señora del Rosario en la Basílica del
Santísimo Rosario.
Mención aparte merece la cuatro
veces centenaria Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, con su capilla propia
que data de 1669 y que forma parte del conjunto monumental de San Francisco, posee
un inestimable patrimonio artístico e histórico, y desde las últimas décadas
lidera el quehacer cofrade de nuestra ciudad a través de diversas iniciativas
para la recuperación y puesta en valor de los actos religiosos y culturales que
ha reunido a través de los siglos. La vuelta a los orígenes de su procesión de
Viernes Santo y la restauración del Acto del Descendimiento a la usanza del
siglo XVII, son sólo dos muestras de la importante labor llevada a cabo por
esta corporación. El colofón del trabajo de la Cofradía de la Soledad y su
aporte a la sociedad limeña contemporánea es sin duda la reconstrucción del
templo y la restauración de su patrimonio mobiliario, seriamente dañado por el
incendio del 05 de Junio de 2005, costeadas además íntegramente con recursos de
la propia cofradía y gracias a la colaboración de los fieles.
La Hermandad del Señor de los
Milagros, responsable de poner en marcha las multitudinarias procesiones del
Patrón Jurado de la Ciudad, es un claro ejemplo del carácter unificador de este
tipo de instituciones, pues generaciones enteras de familias tienen por
tradición su pertenencia y participación en el seno de la hermandad, la cual ha
conseguido enraizarse en la vida social limeña
gracias a la potente devoción por el Santo Cristo de los Milagros, pero
también por la evidente actividad emprendida en favor de diversos colectivos,
especialmente entre los menos favorecidos, llegando a convertirse en un
importante apoyo logístico para las obras de la Iglesia de Lima.
Ejemplos como los señalados
anteriormente, ponen en evidencia el trabajo – muchas veces desconocido -
realizado por las hermandades, desde su naturaleza eminentemente religiosa y
casi siempre complementada con fines asistenciales, emprenden también esfuerzos
por mantener en vigencia variadas expresiones culturales, como podríamos
resaltar las procesiones y actos artísticos, además de sostener la conservación
de sus edificios y el mantenimiento de sus obras, lo que termina siendo un
inestimable aporte para resguardar el patrimonio de toda la sociedad.
Intentar abarcar a todas las
hermandades existentes en nuestra Arquidiócesis sería una labor demasiado
extensa, pero es justo reconocer que desde las más añejas hasta las de reciente
fundación aportan desde sus particularidades a la vida cultural de nuestra
ciudad. Constituyen pues, puntos de referencia para sus miembros, quienes
vinculados por razones devocionales, asistenciales o de herencia familiar,
hacen que estas asociaciones traspasen su dimensión religiosa para convertirse
en reservas de cultura común, es decir, lugares donde se forja un estilo de
vida que se expresa en usos y costumbres, cosmovisión, con lo cual se enriquece
nuestra identidad social.
Quizá lo más meritorio sea este
papel integrador que convierte a las hermandades en puntos de confluencia para
miles de personas, todas ellas con diferencias de edades, niveles de
instrucción o de solvencia, pero que se sienten agremiadas desde un sentir
común que están dispuestos a transmitir a más generaciones de limeños, manteniendo
así la tradición de una ciudad pletórica de hermandades desde hace casi cinco
siglos.